Los niños,ah, los niños, frágiles criaturas que ni el aire les dé, parapeto de los adultos que con la boca llena engolosinan su ego con frases huecas ante cualquier cosa que les molesta o para prescindir de su responsabilidad sólo dicen: “los niños, los niños”, palabras usadas para obtener un beneficio propio y no precisamente para los niños sino para alinearse a los designios de Dios de” creced y multiplicaos” y que otro me mantenga a mí y a los míos, para ser ciudadano de primera clase porque los que no tienen según ellos o son maricones o no pueden y no merecen ser sino de segunda. Ah los niños violados y pervertidos por curas que claman a un Cristo en misa de domingo.
Criaturitas entregadas a las nanas electrónicas quienes cumpliendo los doce años buscan una mejor realidad en las drogas, a los trece conocen la paternidad y con cuchillo en mano se juntan en banditas para perpetrar el asalto y el secuestro, ah, tiernas criaturitas que se les enseña a ser intolerantes y homofóbicas, a ser machitos golpeadores o putitas manipuladoras, muy al estilo Jalisco.
Mocositos azucarados llenos de golosinas y refrescos que son la antesala al bull, la cocaína y demás sustancias que los mantendrán “despiertos” sin querer dormir para no enfrentarse a la pesadilla de su propio ser.
Mozalbetes hechos objetos para salvar matrimonios fallidos o para conseguir una camioneta, despensa o ayuda dependiendo el nivel económico de la madre, siempre y sagrada madre.
Mano de obra barata caídos en esclavitud, jerarcas de las iglesias que promueven que la mujer se multiplique una y otra vez para proveer de carne a la industria del tráfico de órganos y de niños.
Mocosos que sólo en pocos años adorarán al dios tecnología sin ver más allá de una pantalla de celular, siempre molestos, siempre con cara de fuchi, siempre asfixiados por las marcas del zapato, el pantalón, la camisa, el celular, el auto, etc. sin tocar la realidad viviendo en una vida fabricada y efímera, reciclable como ellos mismos… Ah, los niños.
Eduardo Sastrías
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